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sábado, 8 de diciembre de 2018

AMOR AL PARQUE DEL ESTE ...ES TAMBIEN EL AMOR AL AVILA


              
                

  A M O R    A L   A V I L A
“El elemento de toque para medir la caraqueñidad de una persona”
                                                                                                             Mario Briceño-Iragorry
    
      La vertiente Sur de nuestro Parque Nacional “El Avila” (ahora Waraira Repano) que linda con Caracas,  desde el Abra de Tacagua al Oeste hasta la Quebrada Ayala en el Este, define por el Norte el valle donde se ha desarrollado nuestra capital y es parte vital de la misma, por cuanto le proporciona a la ciudad un extraordinario pulmón vegetal y un invaluable contacto con la naturaleza.
       Para la época de la fundación de Caracas este sector del Parque al cual nos estamos refiriendo era totalmente selvático, vale decir, boscoso y, conformado por una diversidad de biotipos con predominio de arboles de gran talla, que se mantenían verdes, incluso durante la estación seca.
     En el decurso de los  años que transcurren desde 1567 hasta mediados del siglo pasado, poco antes de ser declarado parque nacional, los distintos propietarios y pisatarios de la “SIERRA GRANDE”, talaron progresivamente los arboles maderables  y, los destinados para leña y elaboración de carbón. Además, quemaron grandes extensiones de bosque para establecer sus conucos y potreros.
   De este modo, sucintamente expuesto, proliferaron las candelas periódicas que inexorablemente convirtieron los estribos y laderas del Parque hasta 1.600-1.800 metros de altitud, aproximadamente, en sabanas adventicias, o sea, sabanas formadas de manera simultánea con el desarrollo de la civilización en el Valle de Caracas.
      En este orden de ideas, es necesario destacar que las sabanas de la vertiente Sur del Waraira Repano están cubiertas por una vegetación dominada por gramíneas, hierbas y chaparros. La selva quedó limitada a las partes más elevadas del Parque y a las márgenes de las quebradas, donde hoy día podemos observar hermosos bosques nublados y de galerías, respectivamente.
     La solución de este antagonismo entre el bosque y la sabana, es el objeto principal de nuestro enfoque, por cuanto consideramos que es responsabilidad de las caraqueñas y caraqueños con sensibilidad ambientalista de las generaciones presentes y futuras, dirimir el conflicto entre ambos antagonistas a favor del bosque, logrando así revertir el deterioro ecológico provocado por siglos de incendios. La ardua labor en referencia, solo es posible llevarla a feliz término mediante el desarrollo permanente, de planes científicos de reforestación con el fin de eliminar a mediano y largo plazo las invasoras gramíneas que se caracterizan por ese color amarillo brillante de que se tiñe el Avila en período de sequía, que se transforma en negro  después de quemas y pasa de verde a vino tinto en tiempo de lluvia.
     Es importante tener presente, para la ejecución de viables planes de reforestación, que las sabanas avileñas se desarrollan sobre suelos lateríticos, resultado de la comentada degradación pedológica originada por la incontrolada intervención humana (tala-quema) desde la época colonial hasta nuestros tiempos. Dicho de otra manera, la deforestación intensiva a la cual estuvo sometida la montaña, excedió con creces  su capacidad de formación de nuevos suelos.
   Los suelos en cuestión son ácidos, debido al escaso contenido de calcio, en consecuencia, presentan baja fertilidad, insignificante contenido de humus, textura franco-arenosa o franco-arcillosa y están muy expuestos a la erosión.
     Debemos insistir que para solucionar estos graves problemas es necesario ejecutar una acertada acción de reforestación, para fijar e incorporar todos los estratos del suelo en un proceso pedogenético equilibrado y estable, que permita la sustitución de la capa herbácea y de gramíneas instalada en las pendientes, la cual presenta baja capacidad de retención hídrica.
     En tal sentido, es menester reforestar artificialmente las faldas erosionadas de la montaña hasta las alturas antes indicadas para detener el avance de las hierbas y gramíneas, restándoles espacios paulatinamente, en un esfuerzo que solo tendrá éxito empleando las especies primarias aptas para lograr  la siembra “a posteriori” de arboles de mayor tamaño.
     En otras palabras, las plantas pioneras favorecerán el progresivo arraigo  de arboles más robustos de manera que, cuando predomine el bosque, muchas de ellas desaparecerán  producto de la falta de luz solar, y así, el ciclo ecológico deseado se habrá cumplido.
     Para la primera etapa en comentario, podemos citar entre otras especies idóneas por su resistencia a la sequia y pobreza del suelo,  las siguientes: hayuelo, agave, tara amarilla, cascarón, yagrumo, guayabo montañero, cují clavellino, cariaquito, ramón o grifo, lecherito verde, carne asada, quiripiti, cojón de verraco, roble, bruquillo, mucuteno, araguaney, gateado, majagua y algunos frutales como el mamón, cotoperiz, mango y otros que con su copa redondeada y frondosa, siempre verde, cumplen a cabalidad la función encomendada, amén de que sus frutos sirven de alimento a la fauna del cerro.
     Ahora bien, bastante se ha hecho en esta materia desde que en 1936 el Ejecutivo Nacional creara el Servicio de Reforestación, adscrito al desaparecido Ministerio de Agricultura y Cria cuyo propósito principal fue la de repoblar con árboles la hoya del rio Macarao y las cumbres y laderas del Avila.
     En cumplimiento de tales objetivos, a partir del mencionado año, el Estado venezolano compró haciendas instaladas en la montaña;  hizo el cortafuegos (1946); estableció la Escuela de Guardias Forestales en el sector “Los Venados” (1946); prohibió el libre pastoreo de ganado caprino y ovino (1948),y creó en 1958 mediante Decreto, el Parque Nacional “El Avila”, afectando para tal fin un área de 66.192 ha (incrementando su superficie a 85.192 ha en 1974).
     Así las cosas, en el decenio comprendido entre 1958 y 1968, la Dirección de Parques Nacionales del extinto Ministerio de Agricultura y Cría llevó a cabo la más intensa y planificada labor de reforestación de las faldas del cerro, creándose en ese lapso viveros, caminerías, refugios para excursionistas, puestos de guardaparques y un extenso sistema de tuberías de agua para riego y combate de incendios.
     Desde 1970 hasta nuestros días, el impulso del Gobierno Nacional a través de sus órganos competentes, por diversos factores, mermo de tal manera que en los últimos 40 años han desaparecido casi todos los viveros y refugios; el mantenimiento de las caminerías no es el deseado; las tuberías de agua están parcialmente operativas; los guardaparques perciben sueldos miserables y carecen de los equipos necesarios para desarrollar a plenitud las tareas atribuidas; la vigilancia es escasa para no decir nula y, lo que es más grave aún, se sustituyeron los planes de reforestación por operativos anuales y mediáticos donde muchas veces se siembran especies no idóneas en las laderas erosionadas, tales como: tamarindo, mijao, apamate, caobo y otras,  que en su totalidad se pierden, por ende, no cumplen su objetivo, en virtud de que son árboles que se desarrollan en suelos más fértiles y de alto nivel freático, que por las razones ya citadas están ausentes en las sabanas avileñas.
     No obstante lo expuesto en el párrafo precedente, consideramos que el balance de recuperación del cerro es positivo, pues para la presente fecha la selva a ganado espacios importantes, en muchos sectores de su vertiente Sur y, con una inmensa alegría podemos observar y deleitarnos de grandes manchones, siempre verdes, formados con árboles sembrados principalmente por iniciativa de particulares en Galindo, La Julia, Las Monjas, Sebucán, Pajaritos, Quebrada Quintero, Sabas Nieves, Chacaíto, La Florida y San Bernardino, todo lo cual nos permite soñar el regreso de las dantas a su lugar de antaño.
     Estas líneas las dedico a todas las caraqueñas y caraqueños, por nacimiento o adopción, con conciencia ambientalista, presentes en todos los estratos sociales de la población citadina, quienes sin lugar a ninguna duda, agrupados y organizados impulsaran las actividades de reforestación y mantenimiento del parque y, obligarán, mediante la presión social, a los entes públicos involucrados por Ley, a cumplir con las labores que les han sido atribuidas por las normas jurídicas vigentes.

    
                                        Luis José Trias Sambrano
       Caracas, 27 de Mayo de 2010



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